El Indec volvió a quedar envuelto en una controversia tras difundir el último Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE). El organismo que dirige Marco Lavagna informó un crecimiento de 0,5% en septiembre, un resultado que sorprendió a los economistas que proyectaban una caída de hasta 0,3%.
El asombro no solo surgió por el dato mensual, sino por la corrección al alza de los números, sin explicaciones públicas, de julio, que antes mostraba una baja de 0,1%, pasó a un alza de 0,1%; y de agosto, que figuraba con 0,3%, y fue revisado a 0,7%.
Las consultoras privadas venían anticipando un trimestre negativo debido al impacto de la inestabilidad electoral. Con los datos originales, el tercer trimestre habría cerrado en rojo, encadenando dos períodos negativos y configurando una recesión técnica.
La modificación del EMAE evitó ese escenario y dio lugar a cuestionamientos sobre la transparencia de las series. La situación generó más ruido porque se suma a críticas previas sobre los índices de inflación y pobreza, que continúan basados en canastas que no se actualizan.
Las dudas se profundizaron luego de que, en agosto, renunciaran funcionarios clave encargados de la medición de inflación y pobreza dentro del organismo. Las nuevas metodologías para actualizar los indicadores existen desde hace tiempo, pero no fueron implementadas.
En este contexto, las revisiones “sin ninguna explicación”, como señalan analistas, reavivaron las críticas y pusieron nuevamente al Indec bajo la lupa en un momento de fuerte sensibilidad económica y política.